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EL ALMA
ANDINA
Pocos escritores como Ventura García
Calderón han estudiado tanto y tan bien los
misterios que encierra el alma andina. En su Introducción
General a la "Biblioteca de la Cultura"
expresó que al arribar Pizarro a Paita comenzó
un diálogo interminable entre la guitarra y
la quena, desparpajo y audacia racial española
por un lado y timidez, lirismo y flojedad andina por
el otro. Llevaba en su alma compleja el conquistador,
con arranques islámicos y judaicos, un cristianismo
agresivo que sólo se acuerda del cielo en la
agonía. Mantiene el indio quechua un deísmo
vago, tan lleno de temores agoreros que no pasará
delante de una apacheta sin arrojar su piedra votiva.
Nunca dos razas más alejadas sentimentalmente
estuvieron condenadas por el destino a vivir unidas
hasta fundirse en el crisol y amalgamarse.
La literatura indígena fue velada entonces
por un silencio sepulcral de siglos y al indio se
le prohibió que siguiera entonando sus quejas
en himnos quechuas, que exaltaban los triunfos y lloraban
con tierna cadencia amores imposibles como el del
cacique Ollantay, lirismo peculiar de tierna y mansa
decadencia a tono con la melancolía aterida
del paisaje. También se destruyeron los quipus
y se opuso a tantas deliciosas fábulas la aridez
de la mitología cristiana, aboliendo hasta
las oraciones vernáculas por considerarlas
fermento de insubordinación.
El habla de Castilla se mistificó con la forma
subjuntiva de expresión nativa en extraña
sintaxis. La canturria de los indios acurrucados con
las manos sobre el pecho, se hizo más vagarosa
y agorera y transformóse el alma andina, de
por sí pesarosa, en francamente pesimista.
Negros pájaros del mal tomaron el lugar de
los antiguos colibríes anunciadores de dichas
en mejores tiempos. La olla de barro para los enterramientos
cobró importancia y se volvió trascendente
y el monocorde sonido de los tambores reemplazó
al orgulloso pífano de alto trino. Las palomitas
blancas cuculíes también fueron desplazadas
de ese mundo mágico, donde las tinieblas echaron
raíces y anocheció para la raza del
sol en mitad del día. Siglos después
José Domino Choquehuanca, en su Discurso a
Bolívar, diría: "Pecó su
raza", refiriéndose a la del Inca Huayna
Cápac, porque sólo un gran pecado podía
generar tanto desastre.
Y hasta se prohibió la costumbre de hablar
en quechua y se impuso la "fabla de Castilla".
El sabio suizo Juan Jacobo Von Tschudi, que arribó
al Perú a mitad del siglo pasado y logró
aprender más de veinte dialectos, decía:
"Ningún idioma de América supera
al quechua en la abundancia de formas, en la riqueza
para la creación de palabras, en la penetración
para hacer distinciones y en la actitud para transmitir
cada expresión del sentimiento o de la realidad
exterior. El quechua tiene un fuerte sentido onomatopéyico,
da tremendos efectos a los apóstrofes y a las
imprecaciones y al mismo tiempo refleja el encanto
de las faenas agrícolas o la dulzura de la
melancolía o de la nostalgia.
Los Cronistas de Indias nos han dejado largas descripciones
de sus fiestas que eran alegres y hasta divertidas;
en el Incario no se vivía una vida triste y
de severo control y esclavitud. Aparte de las fiestas
públicas también existían las
domésticas o particulares de cada ayllu o tribu
donde se podía beber chicha, lo que estaba
prohibido en los restantes días. Por eso no
se conocía el alcoholismo ni se permitía
la existencia de tabernas o sitios de expendio de
licores. El alcoholismo crónico es una tara
andina adquirida de la conquista y de las costumbres
tan diferentes que trajeron los españoles a
estas tierras. No se culpe al indio por ello, más
que culpable es víctima de una aculturización
dura y sin sentido, que minimizó y destruyó
su alma andina, tan peculiar como generosa, poética
y primitiva, al punto que si hoy despertaran los Incas
de un largo sueño de siglos no reconocerían
a sus sucesores por cambiados y hasta se avergonzarían
de ellos.
Hoy a cinco siglos y medio de la conquista, el quechua
ha quedado rezagado en la carrera emprendida por los
demás idiomas del mundo, sobre todo por los
de origen ario-indoeuropeo. Nuestro mundo actual exige
modernas construcciones gramaticales y ha enriquecido
a estos idiomas con palabras nuevas y términos
técnicos que no existen en el quechua, lengua
agraria de gente simple. ¿Cómo se podría
expresar por ejemplo, la idea de un tractor o de una
refrigeradora en quechua?. ¿Cómo la
de un tocadiscos?.
De allí que tratar de retrotraer la historia
para revivir una lengua tan bella pero tan arcaica,
enseñándola de obligación a nuestros
alumnos en escuelas y colegios, es algo tan disparatado
como querer que los indios parameros de nuestras serranías
entiendan y practiquen el régimen de propiedad
horizontal hoy tan usual en nuestras principales ciudades.
Dos mundos tan cercanos y tan diferentes, coexistiendo
en este tráfago contemporáneo, donde
los más grandes adelantos de la ciencia se
conocen y comparten merced a la comunicación.
Por eso el alma andina puesta a la vera del camino
de la ciencia y de la técnica, conserva todo
el encanto de su primitivismo como herencia atávica
de otros tiempos y regresar a ellos es quimera vana
o política, pero quimera al fin.
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